Ayer en el micro a casa,
entre sueños, dormitando,
miré la ventana abierta
y vi niños como jugando.
Racimos de vidas nuevas
-¿eran tres o eran cuatro?-
que entre saltos y corvetas,
estaban y no jugando.
Sin risas y con piruetas;
con rondas pero sin cantos.
Eran niños que se hacían,
jugando... y no jugando.
Vi niños envejecidos,
hombrecitos descarnados,
nocturnos, niños de roble,
de los que no ríen payasos.
Vi niños haciendo piruetas
pero no jugando en el patio;
vi unos niños en la calle
pidiendo bajo un semáforo.
Y me vi a mí como niño,
y vi a mi niño llorando
en el dolor del pie descalzo
del niño que no jugaba
y, debajo de la luna,
caminaba con las manos.
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