miércoles, 23 de julio de 2014

El poder del Ahora. Metáfora Ilustrativa.

Suponte que estás parado en el suelo. Delante de ti, y también detrás, está parada una resortera (una gomera, u "honda"), fijada cada una, por la base, en el suelo. Las dos tienen casi tu mismo tamaño, digamos que la parte más alta de la "Y" que es cada una se encuentra a la altura de tu pecho.

Digamos que, en condiciones normales, tú podrías estar parado, relajado, y también mantenerte en equilibrio y absoluta libertad entre las dos resorteras. También puedes moverte libremente, caminar, saltar, girar, voltear a verlas, etcétera. Ahora identifiquemos cada una de las resorteras, estableciendo que una es el Pasado, y la otra es el Futuro. Parado delante de una y detrás de la otra, tú estás situado en el Presente.

Ahora supongamos lo siguiente: la resortera del pasado extiende su banda elástica, esta pasa por encima de tu cabeza, se coloca sobre tu pecho, apretando y tirando hacia atrás. Esto hace que una fuerza (una presión que puedes sentir claramente oprimiendo tu pecho) te mantenga frenado y te dificulte mucho avanzar. Naturalmente, la postura y actitud que adoptarás por esta causa tenderán a la depresión, y se manifestarán a través de el encorvamiento de tu espalda y una sensación de imposibilidad de erguirse, el cierre de tu pecho, el andar cabizbajo, la tensión general de tu cuerpo, la sensación de cansancio y debilidad sobre todo en las piernas, y la dificultad para respirar, o bien un respirar leve y cansino. Los sentimientos de autocompasión y abatimiento, muy probablemente encuentren su manifestación física en una cara hundida, con la mirada dirigida alternativamente al piso y a tu propio pecho.

En la situación anterior, avanzar será sostener una lucha continua. Será estar lidiando entre dos fuerzas; una de ellas será más y la otra será menos conciente. O, mejor dicho, cada uno de nosotros será más o menos conciente de la presencia, la intensidad y el funcionamiento de cada una de estas fuerzas.

Ahora cambiemos el sentido del ejemplo y veremos lo siguiente: te encuentras parado en medio de las dos resorteras, libre de la tensión de la primera, pero siendo objeto y estando sujeto ahora a la fuerza de la segunda, la resortera del Futuro. Ésta, naturalmente, te sujetará rodeando tu espalda, ejerciendo una presión difícil de controlar, que te impulsa hacia adelante. Presa de esta fuerza externa a tu voluntad, experimentarás un apuro constante, un impulso angustiante que te obliga a avanzar sin control, sin tranquilidad y sin pausa. Que te obliga a avanzar, o quizás más bien a ubicarte mentalmente en otro no-presente, todavía distante, y a percibirte en ese momento del tiempo, que de hecho es aun inexistente. Las posturas del cuerpo y sus sensaciones también son muy elocuentes en este caso. Perder el equilibrio por ese apuro de dirigirnos hacia lo que es imprevisible -y que, a su vez, igualmente pretendemos amarrar y asegurar- será una señal clara; sentirás el torso crispado, arqueándose excesivamente, de manera que la respiración quedará acotada a un movimiento superficial, limitado y poco profundo. La cabeza, objeto de esa extorsión al presente e imantada por el Futuro, tenderá a resistir con angustiosos forcejeos, tensando tu cuello. Las sensaciones y sentimientos frecuentes serán de emergencia constante, de un incesante jaloneo (a veces voluntario, a veces involuntario) hacia uno mismo y hacia los demás, de estar continuamente a destiempo y de cierta ausencia vaga junto a la multiforme sensación de algún determinado (o indeterminado, pero siempre inminente) deber que todavía falta cumplir.

En cualquiera de estos dos casos, una postura erguida, estable y naturalmente relajada sobre nuestros propios pies -postura tanto del cuerpo físico como de todo nuestro Ser individual- se sentirá inconsistente e inaccesible, cuando no inquietante, definitivamente incómoda y a fin de cuentas imposible. Cuando podemos observarnos y vemos que esa estabilidad, ese equilibrio y ese reposo atento son el estado real de nuestro Ser, y cuando logramos estar y sentirnos presentes, viviendo la experiencia auténtica de estar parados en el momento del ahora, nos damos cuenta de que nos encontramos fuera del alcance de las dos resorteras del tiempo.