sábado, 9 de octubre de 2010

Buenas noches Don Jaime...


- Buenas noches Don Jaime, ¿cómo está?

- Buenas noches señorita, pero para los amigos soy Pato, por favor... Digo, usted es la única persona que me visita a diario; permítame que me tome la libertad de expresarle mi amistad. Y, con todo respeto, no crea nada que yo no le diga, eh, no se confunda... ¿En serio pregunta cómo estoy? Pues en lo de siempre... sin salir mucho pero viajando siempre para adentro, sabe... Fíjese, hoy estuve prguntándome esto: ¿cómo pueden existir los malentendidos si en realidad no existen las preguntas equivocadas? Porque uno puede llegar y chocar, o desacomodar, o no desacomodar pero al fin nunca acomodarse... Pero el secreto es tener siempre el bombín en la mano ¿sabe? Hola, permiso, buen día, yo soy, yo tengo, yo ofrezco, yo necesito... Bueno, no repita tanto lo del "yo" porque ya sabemos cómo es que termina eso...

Mire, hace poco entendí que uno -que, bueno, uno también es el yo- finalmente (pero desde el principio, ojo) tiene que hacer el esfuerzo de entender el cariño del otro, ¿sabe? Porque luego cada uno tiene sus formas de dar y hay muchas cosas que se nos escapan de las manos... quiero decir del control que tratamos de controlar... Pero como cantó ese loco de abajo del mapa, dar es dar ¿vio? Y eso es parte de salir de uno, me entiende, es como cuando te desconectas (no es que la esté tuteando, eh, es que hablo así como en abstracto o absoluto o quién sabe qué impersonal pluscuampretérito incontable). Bueno, eso: que cuando te desconectas por un momento de la realidad y al rato vuelves, todo lo que ves a tu alrededor es como un dejavú ¡pero parece tan real...! Digo, es real, o tenemos que creer que es real o al menos es lo que se puede ver y tocar... Qué sé yo qué será más real... La vida parece ser real, pero... ¿Alguna vez vio usted la vida? ¿¿¿No la vio??? Bueno, cuando la vea me la muestra, sea buenita. Ahora, lo que existe en mi cabeza es esto: si alguien viene a decirme que soy un loco de mierda, ¿qué le voy a decir, que no? Si me lo dijo así, pobre, es que en realidad quiso decirme "yo creo que usted es un loco de mierda"... y bueno, sólo me está diciendo lo que él cree ¡pues entonces no hay cómo equivocarse! Verá: creer es mágico, es irrebatiblemente mágico; y usar esas palabritas mágicas de "yo creo", ¡ja! esa es la verdad, eso es llegar a la per-fec-ción-in-con-tes-ta-ble. ¿Usted qué piensa? No, perdón, es que en realidad no me gusta la palabra "pensar", prefiero pensar. No mentira, sólo le hice un chascarrillo para ver si estaba atenta, pero como ni se perdió, más bien creo que hablo solo. Le decía: no me gusta la palabra pensar. Pues finalmente pensar es un medio, no un hecho ni un fin... En fin... ¿ya se va? ¿No? Bien... Y créame que todo esto es parte de lo mismo: el odioso juego del yo-yo, ¿entiende? Arriba... abajo... ¡Pero siempre en el mismo lugar! ¡Qué pérdida! ¡Qué perdida! Arriba yo, abajo yo. ¿No es lo más aburrido y estéril que podamos hacer en la vida? Hay otras palabras que me gustan para eso: fútil, inerme, inanicino, vacuo de la vacuidad... lástima que no sé qué significan; quizás necesite preguntar más, digo hablar escuchando y escuchar...

Oiga, ¿ha pensado ya en el caso del espejo? ¿Por qué mi cara en el espejo? ¿Por qué su cara en el espejo? ¿En serio quiere saberlo??? Claro niña, porque nacimos y vivimos con el tercer ojo. ¿Sabiduría? ¡Ja! El tercer ojo ¡es el ojo con el que nos miramos a nosotros mismos! ¡No, manzana...! Y claro, ese ojo -ese ojo tiene su propia mente, atención- ¡ese ojo necesita mostrarnos siempre cómo nos mira! Y ahí lo puede ver, si se anima, viéndola al espejo. ¡Viéndonos al espejo imposible e infinito que somos de nosotros mismos cuando no salimos ni a ver quién toca la puerta! ¿Que no? Yo sé que usted lo va a pensar señorita... si alguna vez deja de pensar en usted, je... Yo fíjese que sí puedo dejar de hacerlo, aunque a la vez no: yo tampoco puedo dejar de pensar en usted... Ja, no es cierto... Estaba haciéndome el galán por si si su corazón se hubiera descuidado y pudiera enamorarse de este viejito antes de irse. Y quizás me invitaba a salir a dar una vuelta. No me haga caso, soy un cretino. ¿Es de noche?, ¿es domingo? Claro, sí es de noche, porque cuando usted entró me dijo "buenas noches Don Jaime"... La verdad, me recordó mi nombre, porque desde que la vi por la ventanita me olvidé hasta de mí... No es cierto: sigo haciéndome el loco. Pero ya está bien por hoy...

Sepa que yo sé muy pocas cosas, eh; algunas pocas del pasado, algunas menos del presente. Pero del futuro sé que usted no me va a amar y eso para mí es suficiente para no pensar casi nada por un rato... A propósito, una de las últimas verdades -esto si es que aun no llegué a la última gran revelación apoteósica-psiconáutica-trifásica- es ésta, atención: hay y no hay que pensar tanto las cosas antes de hacerlas. Porque, de un lado, si se la piensa mucho al final no la hace. But in the other hand -si me permite ponerme el frac- si después de pensarlas mucho tiempo las hace, va a andar a la par de otro tiempo, flotando en otro tiempo sin apuro, ¡y eso es la vida! Y eso le permitirá vivir como un niño, descucbriendo, como un recién nacido o engendrado, con un tiempo infinitamente pequeño y grande de vida... Yo no sé si esto le ayude a entender todo; si le ayuda, ¡me ayuda! Porque mi problema es... ¡es que tengo tantas preguntas! Digo yo "el problema", qué modesto... Esa es la fuente, ¡esa y no otra es la fuente de todo lo que le pueda llegar en...! Pero ojo, hay que saber nadar... no hace falta tirarse al mar para hundirse, eh... Ay, la fuente de las preguntas... ¡quién tuviera algo que decir que no fuera una pregunta! Todo es preguntarse y ver. O primero ver, después tal vez preguntar y al final preguntarse... por eso le digo que estoy llegando, si no es que ya estoy tocando a la puerta de la última revelación. Mire lo que le voy a contar, que esto no se lo he dicho a nadie:

en los ojos de la disculpa usted puede ver, ¡pero infaliblemente, eh! puede usted ver la intención del alma. Así nomás, así como se lo digo: se ve. Y atenti que esto lo ve cualquier banquero o telefonista ¿eh?; cualquier paspado que se detenga en el momento infinito para mirar, esto tendría que ser lo primero que pueda ver. Me está viendo raro... ¿le parece muy difícil? Me gustaría deberle una disculpa para que usted lo compruebe. Pero se la debo: no se me permite pedir disculpas porque ya me lo he perdonado todo... Pero pruebe: cuando cruza al lado del guardia dígale cara de perro enojado o pedazo de mandioca peluda o algo así muy feo, o si se echa un eructo ruidoso el método va a ser más seguro y de hecho más científico -ah, porque luego todo hay que probarlo y comprobarlo, si usted quiere hacer un experimento lo que importa es cómo presenta el informe científico- y entonces ahí usted le pide disculpas y... Ay, perdone, es que pensé al revés y le di vuelta la historia, porque si usted pide las disculpas no se verá los ojos... Pero todo esto es un innecesario exceso de lógica práctica para nada. La teoría es ésta: ya le dije que en los ojos de la disculpa usted verá la intención de las personas. Y del alma, claro, el alma de la intención. En el fondo, no hay otra cosa que eso (¿le dije que estoy casi llegando al fondo?). El resto son momentos... Es interesante: el momento es el regalo de la eternidad del... pues del momento, eso, del momento y la secuencia. La secuencia y el momento. Por ejemplo, ahora. Ahora, ahora... Ahora. Ahora. Ahora. ¿Ve cómo cambia? Esta música es la que mejor suena, ¡es lo que han dicho de la filosofía del tiempo! Ahora, ahora, ahora. ¿Lo siente? Observa. Cierra los ojos. Ve. Parpadea. Ahora, ahora. Oye, piensa, habla. Ahora. Bien, así es fácil verlo, y ya usted lo puede ver. Luego, el problema de la existencia es en sí infinito. Pero la existencia... ¿también lo es? ¡Ja! ¡Agárrese duro porque aquí todos se caen! O se cansan y se van, que es mucho peor... El problema, infinito. La existencia ¿finita? ¿infinita? ¡Quién sabe! Y ahí se encuentra con la primera gran pregunta. ¿Teta? ¿Aire? ¿Flema? ¡Nada de eso! ¿Estamos en un momento finito de la existencia... qué? ¿Finita? ¿Infinita? ¿Ínfima? Ínfima, sí. ¿Íntima? No importa, pues es sólo hice un juego de palabras para verle sonreír, sabe... Oiga, no se voltee... Ahora, si le interesa mi opinión, claro que hoy no es íntima. Hoy vives en la vidriera (de nuevo la disculpa por conjugar en la persona única, universal y trascendente). Usted en su vidriera, ella, él, en fin, los que hubieran. Es la vida del escaparate pues. Y luego, ¿escaparte? Nada, es otro juego tonto de palabras... pero en verdad es un juego de verdad, de jugar y ganar... ¡para vivir! Ojo, en lo que llamamos intimidad también se puede renunciar un rato a las vidrieras. ¿Será sólo un momento necesario para descansar del circo y respirar la caca de los animales que están en las jaulas del fondo, en la trastienda? Quién sabe... Ojo, que también se puede renunciar y salir volando por la punta de la carpa (aunque si le queda cómodo arrastrarse entre los fardos buscando una hendijita abierta al ras del suelo... ya qué). Si el asunto es de valentía, lucidez o loquera... pues bueno, esa es otra de las sinfinitas elecciones...

¿Ya se va? Qué bien, porque mañana es lunes ¿vio? y hoy es domingo y la noche y a prepararse para la vuelta de la rosca enroscada y yo aquí como si nada como dijo una abuelita por ahí...

Disculpe si no la acompaño a la puerta, es que con tanta seguridad y todo esto... Es un poco exagerado, si me permite la apreciación. Pero ya ve que a cada uno nunca le falta la fuerza para cargar con su propia desmesura... en fin. Gracias por venir y confío yo en que usted va a volver para verme mañan- ¡no! ni me mire raro, le prometo que no volveré a coquetear más... Basta con verme; mire como me quedo yo y vea como usted se va... qué le puedo decir yo a usted que es la...- nada. ¡No! ¿cómo va a ser usted la nada! Sólo que nada, que mejor me callo y me arrecuesto para verla ir y juego a desafiarme a soñar con algo más bonito que su espalda...

Así habló Don Jaime durante el control diario y su dosis de algo que algo le haría.

La joven de turno, quién sabe... Quizás de camino entre la habitación y el depósito de las medicinas se llevó alguna cosa que pensar...