Santiago vuelve muerto de la guerra. Camina, pero está muerto. Ausente, ido, congelado, desalmado. Incómodo en la sala, inquieto en la silla, a veces parece que se olvida de respirar y vuelve a tomar aire después un susto repentino. Mira incesantemente hacia la puerta que da a la calle y al pasillo que lleva al baño. Hay dos cafés en la mesa, uno va a quedar intacto.
- Maté a mucha gente.
Alguien está con él. Alguien.
- Bueno, pero vos también tenés que pensar que en realidad lo que pasó...— ¿Cuántos tipos mataste?
- Seis.
- Bueno Santiago, no es para tanto. Nosotros leíamos las noticias, ¿sabés? y nos preocupábamos por vos, sin poder saber cómo estabas. En esa guerra murieron treinta y cuatro mil personas Santiago, ¿supiste? Treinta y cuatro mil. Y vos estabas haciendo lo que tenías que hacer...
- Pero yo maté a seis personas.
- Santo, Santito... escuchame una cosa. No sé cómo te tomes lo que te voy a decir... Pero si murieron treinta y cuatro mil tipos, qué se yo, cinco no son nada.
- Seis
- Es igual Santiago, cinco o seis es lo mismo. En semejante matanza seis es lo mismo que cinco y que diez, y uno no es nada. Que se muera uno más o uno menos por la guerra no es nada, Santo.
- Tenés razón.
Santiago se levanta de la silla con las manos en los bolsillos de la campera, encorvado y crispado, como si quisiera abrigarse el cuello con los hombros. Entra al baño. Y dispara.
"Mucha gente habla de la ayuda divina, de la Virgen, de Dios. Puede ser (...) A mí que me perdonen, puede haber algo religioso en todo esto, pero lo que hicimos con Roberto lo hicimos con nuestras piernas (...) Para mí, el verdadero milagro es que, al vivir tanto tiempo esquivando a la muerte, rozándola siempre, aprendimos de la forma más poderosa lo que significa estar vivo."
Nando Parrado, sobreviviente de "La Sociedad de la Nieve".
jueves, 19 de diciembre de 2013
domingo, 15 de diciembre de 2013
Las Gracias
Yo no sé... Por ahí yo pienso diferente y hago otras cosas. Alguno de nosotros puede sorprenderse, pero de eso también se trata ¿no? De sorprender, buscar una oportunidad, algo inesperado... y estar siempre atento al otro. Y en la vida yo pienso que hay que ser agradecido. Bueno, es lo que yo creo... y yo soy un agradecido.
Hoy en día vivimos pendientes de las fotos, pensando en la ropa, en las cámaras... Yo, tal vez porque soy de provincia, por ahí me fijo más en otras cosas. Me gusta ver cuando las cosas se hacen bien... y si son lindas, mejor. Pero no porque una cosa sea linda porque es cara, o que tenga mucho valor por el precio o porque te da cierta imagen. A mí me gustan las cosas que se hacen lindas. Los gestos, el compañerismo, la picardía. Algunos se pueden reír de esto, pero también hay un sentido artesanal en nuestro trabajo... Y el trabajo es siempre por objetivos: uno siempre tiene algo que quiere alcanzar. Por eso yo digo que hay que ser agradecidos, porque todo es trabajar para lograr que nos proponemos, y tratar de hacerlo juntos.
Por eso, como hice hoy, yo siempre le agradezco. Voy a buscarla, la levanto y le doy un beso. Y le agradezco en serio, eh. Y hoy se lo dije otra vez: "Gracias por entrar, pelota".
jueves, 12 de diciembre de 2013
Dice Don Jaime (Qué se yo)
¿Qué cosas se aparecen en el silencio de un
cuarto? El viento, el tránsito, los pájaros no cuentan. Participan, sí, no,
distraen. Digamos que no cuentan, excepto cuando no dejan contar. Así que
olvidémoslos y hablemos.
La inquietud, la angustia. Personas y
personajes, en páginas y en películas. Las cosas… Las cosas que suceden
(“sucesión”) en una pantalla en tan poco tiempo, 60, 90, 120, 180 minutos,
llevan en sí lo inverosímil, lo imposible. O quizás la insensibilidad del
relato convierte a las historias trascendentes en pájaros helados. El vuelo en
un paso inacabado. El brinco en un torpe ademán. La conciencia y la
inconciencia por igual han de ser abismales y aterradoras. El filo del medio,
ese dónde caminar seguro, será también la indeterminación. La certeza de lo que
hay, que es lo que se evade y no se mira para intentar caminar en una línea
recta que es el trazo inicial de la costumbre, como un gas que adormece. Es
difícil creer que haya paredes lisas. Todas y todos son lienzos blancos donde
nos dibujamos. Nos dibujamos, nos dibujamos. ¿Sabremos por qué tanto nos
dibujamos y nos pintamos? ¿Odiamos -o sólo tememos- pintarnos sólo con agua,
sin ropas, vestidos de verdad insostenible? Dice Don Jaime -pongamos que se llama donjáime- que odiar no es el opuesto de amar. Sino es el ignorar el opuesto
diametral del amor… Me dejó, no pensando, pero me dejó -no inquieto- sino que
me dejó… algo. Me dejó ¿atento? Me dejó pintado, eso. Pintado con agua. Me
pintó un suceso, que fueron mil crueles sucesos que aprendí y reproduje.
Pintado con agua viendo ese retrato (yo-de-hielo) helando a otro que siente y
pregunta y se calla y se pregunta. Y no me manda a la mierda porque la paciencia
es un don de gente muy elevada a veces. Una virtud, eso.
Bueno, Don Jaime me dejó pintado con agua. A él
le gusta pensar de a dos, o hablar pensando, o compartir. Se lo ve disfrutar
abriéndose y pasándose revista con paciencia, diciendo éste soy yo y creo que esto está bien ¿sabés?. Es bueno Jaime, él es
buena persona. Sabe cosas, él entiende cosas porque tuvo sus lecciones,
sus odiosas clases magistrales y sus propias escrituras. Él mismo debe saber
que no todo es gratis, o lo supongo porque él me dio a entender que todo eso
que él sabe y dice no es gratis. Lo sé aunque no lo considere, y aunque no me haya
dicho que lo considera.
Vivir con un propósito es una gran cosa, yo
creo. Con un qué hacer, además que un quehacer reiterativo. Un dónde ir, fuera
de esta vueltita de perro que a todos nos toca un día tras otro, tras otro,
tras otro. Hoy no sé qué día sea, tras cuál, o precedente a otro trasotro, y es el día en que tampoco veo
el propósito. Ver no es una gran cosa, andar no es una gran cosa. Hacer tampoco...
(por minutos que le he dado a la idea para reivindicarse, realmente no: hacer no es
una gran cosa). Hay muchas cosas que se pueden hacer, claro. ¿Pero cuáles y
cuántas grandes cosas hace uno entre tantas cosas que hace? ¿Cuántos pocos
aciertos entre tantas demasiadas palabras? Las pequeñas existencias, de eso
también hablaba Don Jaime, contando cosas de afuera mientras miraba hacia adentro.
La relatividad y la comodidad de los ojos tuertos. Estás aturdido, nomás no
entendés por qué. Te cuesta hablar y tampoco te entienden del todo y lo ves en
la cara del otro ya en el primer cuarto de tus oraciones largas y con
preámbulos, y esas proposiciones que se te hacen interesantes y que casi
indefectiblemente terminan en “qué se yo”.
jueves, 5 de diciembre de 2013
Estudio.
Anoche fumé y me acosté. Y me
desperté y soñé. Y en mi sueño pensé en las veces que fumé con mis amigos. Y
ese inicio de recuerdo me hizo caer casi de inmediato en la cuenta de que nunca
fumé con ellos. Y dentro de ese darme cuenta y esa certeza consideré qué tienen
mis amigos que no tienen las personas con las que necesito fumar para poder
compartir y conectarme como puedo hacerlo siempre con ellos. Y me respondí que
hay una posibilidad considerablemente viable de que nuestro nivel y profundidad
de conexión sea tal que es finalmente todo lo que puede ser.
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