Diría mi abuela Nena
“digamos un suponer”;
que no habláramos
de gente, de ninguna tercera persona,
de precios, de novedades,
-buenas nuevas que se compran-
de las cosas que se acumulan, te abultan
y poco suman;
de las enumeraciones que abren
más vacíos de los que llenan;
de los que hacen mal,
de lo que haces bien,
de lo que hago mal,
de lo que sabes muy bien;
de las justificaciones que sobre lo evidente
serán dichas y repedichas,
de la lógica y del no-bueno,
de los veintes que te van cayendo
(con la sinceridad de a veintemil),
de los votos que tropiezan
y se borran con cervezas;
de las hazañas que hace un cuerpo
allá
donde nadie lo ve;
digamos que no hablaremos
del ningún día, visión o suceso,
de ninguna ficción o un hecho
que te hizo mentirreír a fuerzas;
digamos un no –un suponer–
a la son-y-risa prohibida
si va a llegar justo
sólo para quedar bien, y
también olvidemos sin miedo
(y sólo por hoy)
las increíbles sorpresas clonadas inesperadas;
que no habláramos de fútbol
u otras formas del circo
y las estafas,
y evitáramos los autos, las fiestas,
y las resacas;
digamos que solamente ahora
dejamos los libretos
que guardamos en el céntimo cuartito
de nuestra área de seguridad;
haremos de cuenta
que, saltando, saltamos
el metro
de confort para
abrir la boca
y tomar aire del que haya
para,
mirando con intención,
hablar con propósito
y compartir con ganas
lo que sea
que se salga.
Digamos un suponer entonces,
en ese entonces ¿qué sería?
¿Qué sería, camarada,
compañero,
lo que dirías?
"Mucha gente habla de la ayuda divina, de la Virgen, de Dios. Puede ser (...) A mí que me perdonen, puede haber algo religioso en todo esto, pero lo que hicimos con Roberto lo hicimos con nuestras piernas (...) Para mí, el verdadero milagro es que, al vivir tanto tiempo esquivando a la muerte, rozándola siempre, aprendimos de la forma más poderosa lo que significa estar vivo."
Nando Parrado, sobreviviente de "La Sociedad de la Nieve".
martes, 21 de agosto de 2012
lunes, 6 de agosto de 2012
El cuento de hoy
Mario
ya se levantó. Suspiró, dijo “hoy sí”, rezó, se bañó, se peinó. Desayunó, se
perfumó. El que fuera su uniforme de trabajo estuvo impecablemente listo para
la batalla del día y fue calzado, deslizado, abrochado y alisadito con la mano
con un optimismo sincero y determinado. Bendijo a todos, besó a todos y dejó
atrás la casa, el barrio, el transporte bajo tierra y el transporte en tierra
sin que la impecabilidad de su estampa pudiera dar un indicio de su periplo. La
batalla del día.
Currículum
en mano, sonrisa real. Ánimo. Cuarenta y seis años. ¿Último empleo estable?
Hace catorce meses. Hum. Administrativo. Transporte. Secundario completo. Medio
tiempo. ¿Divorciado? Unión libre. ¿Hijos? “Cuatro bueno en realidad dos”.
Señor. Bueno, vivo con mis dos hijos y tengo otros dos hijos que viven con…
pero los ayudo ¿sabe? Medio tiempo, tiempo completo. La foto no es actual. Bueno,
tiene un año y medio, era cuando trabajaba… Espere. Tome asiento. Pase. Nos
quedamos con sus datos. Lo llamaremos.
Direcciones,
muchas direcciones. Hay algunos horarios compatibles, otros que se pisan y
algunas citas que ya ni cómo. Hoy es varias veces el último día. ¿Incorporación
inmediata? Dos, por la línea cuatro hacia el sur. Segundo round. ¿Inglés? Hablo
y escribo perfectamente el español. ¿Inglés? No, casi nada. Gracias por venir.
Buen día. El trabajo es sencillo y el pago puntual, ¿maneja computadora? Sí,
sí. ¿Mantenimiento, reparación del equipo? Este… Es requisito. No. Me quedo con
su currículum. Hasta luego.
Un
paso más. Mario siempre da un paso más sin perder la actitud. A veces ayuda a
un viejito, le sonríe a un niño, le sonríe a una niña, se embarulla con las
niñas que se desarrollan. A veces manda a la mierda a algún conductor e inmediatamente
se toca el pelo y la corbata. Se mira los zapatos, tiene un trapito en el
bolsillo. La carpeta en la mano, los cevé adelante y las cartas de
recomendación atrás. A veces no llega a organizar el juego de hojas a tiempo,
se ve no tan impecable y se pone un poco nervioso. Turno tarde.
Seguridad.
Ventas. Inglés. Promotor de contratación de nuevos planes. Ventas. Período de
prueba de productividad de tres meses, cubrimos los viáticos. Puede comenzar
hoy. Gracias, buen día. Encargado de depósito. Es en el interior del país, a
siete horas de la ciudad. Si no lo llamamos, es que no.
Mario
siempre dio un paso más, hasta que la ronda del día se acaba. No se queja, posibilidades
hay. Hora de sentarse en el parque, acomodar la agenda de mañana para que no pase
lo de hoy. Unos niños juegan y Mario ya ideó tres negocios que serían un éxito
si… Las mamás comentan y se hablan hasta que empiezan con los teléfonos y ya no
se hablan. Toman agua y gaseosa. Chicos, a casa, vamos, cinco minutos, vamos. Mario
ve toda la película, recuerda, va, vuelve y se relaja. La pausa del cuerpo
suelta a gotas una ensoñación rica, amigable. Hora de quererse sin antecedentes
laborales ni nivel de inglés.
Las
madres se perdieron de vista pero los niños siguen sonando. Dejaron sus marcas
de plástico y papel en el banco del parque. Mario suspira y piensa algunas
pelotudeces machistas. Qué ejemplo. En el barrio se ve peor, pero ahí ni el
camión de la basura entra. El barrio, hora de volver. Comprar azúcar para la
semana y leche para la noche.
Mario
se para y se rasca la cabeza. Mira alrededor, por las dudas. No sea que un
cartel milagroso salve el día. El día fue bueno Mario, hay chances, hay chances.
Empieza a caminar indeciso. ¿De qué lado del parque pasa el bus? La basura de
las doñas le sale al cruce. Mario está volviendo al barrio. Ah, cierto que
frente a la casa de Ramón…
Mario
agarra esas tapas y las botellas. Y otra y otra y otra aparecen en el piso y él
piensa que su lugar no es el piso y las junta. Suspira unas veces y lo bueno
del día se le borronea. Creo que pagan cinco pesos el kilo de plástico frente a
la casa de Ramón.
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