Entre polvo, sequedad
y tu siesta inanimada,
en la consabida pujanza
que en nacer nunca acaba;
dormida en el tiempo muerto,
anodina en la mirada
de los jóvenes que vuelven
a sus casas de la infancia...
Tan cómoda en el recuerdo
(bajo el cielo como sábana)
que esa paz somnolienta
se hace cuerpo de tu alma.
En la orilla del quiero y quedo
estás, Formosa, parada
junto a tus hombres de tierra,
Tranquilinos y Paniaguas.
Camino de vieja espera,
historia de antiguas páginas
que escribí una vez con sangre
letras torpes
y unas lágrimas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario