miércoles, 20 de noviembre de 2013

Adriana


- Estas cortinas las dejo, ¿no? Por ahí...

- No Adriana, llevate las cortinas. Yo no las voy a usar, y si no te las llevás, las tiro.

- Sí, pero digo, si en unos meses...

- En unos meses nada, Adriana. Yo quiero estar solo y voy a estar solo, y no me gustan las cortinas ni los cubrecamas ni los centros de mesa, me gusta el sofá así como está y me gusta el sol, como salga. Y todo esto también es tuyo, llevátelo por favor.

- Pasa que tantas cosas...

- Por eso no te preocupes: yo te voy a ayudar a cargar las cosas, te voy a llevar todo al departamento y te voy a ayudar con el agua, la cerradura y lo demás. Y te voy a dar un beso y te voy a desear suerte... Pero ahora quiero esta casa vacía de todo lo que no sea mi taller, mis cosas y mis películas.

La canción a él ya le sonaba espantosa, y lo único que quería era darle stop y pasar a la siguiente pista. La película que Adriana vio y seguía viendo era otra. Lo vio a él bajo el mismo sol cargando cajas, sacando la basura, subiendo a la camioneta. Al otro día sería lunes, entonces pensó en las camisas y la plancha. Y acomodaron juntos unas macetas, armaron la cama, probaron la bomba juntos. También se sentaron en la mesa al lado de la ventana y revisaron unos enchufes. Y tomaron agua. Dos vasos y una botella.

Y pasaron las cajas, los arreglos y las escobas. Los cables, las divisiones y los muebles. Cada uno hizo su parte; las cosas obedecieron, quietas en su lugar, y el reloj atravesó las siete y cinco. Él también cumplió y se fue.

Adriana se dio cuenta de que faltó conectar el tanque. Pero no le importó porque mañana él le va a dar el teléfono del cerrajero y capaz podría darse una vuelta para ver lo del tanque... Adriana siente el frío que siente la casa desnuda.

Recién en ese momento, con el jarro mudo quemándole la mano y dos tazas recién colgadas frente a su cara en la pared, Adriana se da cuenta de que en su nueva vida está sola.



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