Silencio. Todo es silencio. El auto es silencio. El trueno
es silencio. La perra es silencio. El dolor es silencio.
Aprieto tus hombros, como si quisiera juntarlos. Presiono la
gotita de tu oreja entre mis labios, respirándole, sin mojarla. Amaso la piel
sobre tus costillas y mi cara se derrama encima mientras huelo tu espalda. Mi
nariz se tuerce, se dobla tratando de avanzar mientras despeja el pelo a un lado de tu cara. Mis rodillas se agitan contra el costado de afuera de tu pierna blanca y
mi respiración pregunta qué, cómo, qué, qué, cómo, cómo, cómo, qué.
Y yo pienso, me digo, me repito. Me digo, me repito y pienso
“ojalá pudiera entrar en tu cuerpo para que entiendas cómo de verdad te amo”.
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