martes, 23 de julio de 2013

Sábado.


Silencio. Todo es silencio. El auto es silencio. El trueno es silencio. La perra es silencio. El dolor es silencio.

Aprieto tus hombros, como si quisiera juntarlos. Presiono la gotita de tu oreja entre mis labios, respirándole, sin mojarla. Amaso la piel sobre tus costillas y mi cara se derrama encima mientras huelo tu espalda. Mi nariz se tuerce, se dobla tratando de avanzar mientras despeja el pelo a un lado de tu cara. Mis rodillas se agitan contra el costado de afuera de tu pierna blanca y mi respiración pregunta qué, cómo, qué, qué, cómo, cómo, cómo, qué.

Y yo pienso, me digo, me repito. Me digo, me repito y pienso “ojalá pudiera entrar en tu cuerpo para que entiendas cómo de verdad te amo”.

viernes, 12 de julio de 2013

Qué, Juan.


El pelo. El cinto. Camisa y náuticos algunos sábados.

El teléfono. Las ventas que van bien, los retrasos en la aduana, muchas (demasiadas) fotos de tu sobrinito y sus dos días de vida. Qué cagada che, y los dibujitos. Qué alegría che, y los dibujitos. Qué desastre che, y los dibujitos. ¡No te puedo creer! y tus diez mil hojas del cuaderno junto al teléfono con tus dibujitos autómatas. ¿Alguna vez les preguntaste qué son, Juan? Por favor... ¿No te mueve un pelo saber qué y por qué quisiste decir sin pensar con tantos trazos de tinta negra, Juan?

Y no te pido que te exprimas el cerebro, Juan, porque lo usás bastante. Pensás las cosas, Juan, las recordás, les das la vuelta, te olvidás las cosas… Teorizás. ¿Pero en el fondo qué, Juan? ¿Y en la piel?

Tenés sueños Juan, me contás. Que si el árbol, que el espejo. Los sueños de los dientes. Que si son representativos, simbólicos, significativos. Que los significantes, Juan... ¿Y en el pecho? ¿Qué tenés en el pecho Juan? ¡Decímelo por la vida de este planeta! ¿Vos tenés sangre? ¿Tenés sangre, Juan?

Te diría Diego: ¿Está muerto? ¡Contestemé, usté no está muerto! Y ahora también esto que pasa, Juan… los muertos están empezando a llegar. Algunos ya se están yendo. ¿No entendés, querés que te lo diga de otra forma? Todos Juan, todos, están empezando a morirse. Y todos somos Todos. Somos todos, Juan. ¡No digas no! No digas que no porque vos no sos un zapato, ¿sabés? No sos la cucha del perro. ¡Vos no sos una llave inglesa, la puta que te parió Juan!

¿Y la sangre, Juan? ¿Cuando tu sangre deje de latir? Nosotros nos vamos a quedar de este lado, creyendo que Juan siempre estuvo bien, porque no sufría. Si siempre estaba tranquilo... O si Juan fue un sonámbulo feliz y adicto, que hablaba y caminaba dormido.

Y no te puedo juzgar Juan, no podemos culparte. No podemos obligarte. Pero siempre va a ser inquietante, algo tenso, algo misterioso y a veces asfixiante, pensar que nunca supimos qué sentiste. Qué sentiste, Juan.