viernes, 29 de junio de 2007

Yo te vi


Esto me pasó anoche. A la madrugada, mientras esperaba el colectivo para venir a Asunción.

Antes de contar la cosa en concreto, intentaré compartir con ustedes una cantidad de sensaciones raras que experimenté en el lugar…

Hacía frío. Lo suficiente como para mantenerme inquieto, dando vueltas a un lado de la ruta para no enfriarme. Esa inquietud de cuerpo, por alguna razón se me metió en la cabeza, o en el pecho, y me puso intranquilo. Habían pasado las 2 de la mañana de un lunes y había muy poco movimiento en esa zona, a 200 kilómetros de la frontera. De vez en cuando algún tipo pasaba pedaleando o manejando una motito en dirección a unos barrios alejados de por ahí.

Ahí comienza a darse esta serie de cosas. Empiezo observando a la gente que pasaba frente a mí. Todas las caras eran negras. Las pieles negras. Algo que me resultó aun más curioso: la gente no tenía rasgos africanos, no era de raza negra. Era la gente normal del lugar, eran criollos. Sólo su color era otro. Y además llevaban intimidantes sonrisas raras, con dientes tan luminosos como sus miradas.

Finalmente todos pasaron. Miraron (me miraron fijamente no menos de cinco) y pasaron. Algunos incluso dando rodeos y volviendo a pasar luego de parar no sé donde.

Alternando con estos personajes, varios autos también aportaron lo suyo a mi cabeza fuertemente sugestionada a esta altura. Remises que paraban, hacían señales de luces con extrañas secuencias, choferes que hablaban brevemente por radio sin dejar de mirarme.

Después, los perros. Mierda, esto ya tuvo un excesivo matiz de confirmación a mi efervescente manía persecutoria. Los perritos, los buenos perros de la calle. Mis silenciosos compañeros de calle, de caminatas en las noches de tantas ciudades… Cualquiera sea su rumbo y ritmo de paso, todos y en cualquier dirección, se tomaban un sereno respiro para observarme con la cabeza agachada y los ojos bien abiertos. Incluso algunos que pasaban solos observándome, al instante estaban junto a otros, como husmeando entre olfateos y volviéndome a mirar.

Hasta aquí el preámbulo. Después, llegó el Diablo.

Empecé a sentir su presencia por un leve zumbido. Como un rugido contenido vibrando en un pecho henchido. Y todo después transformado en el chillido hiriente de algún ave oscura y dolida.

Me desconcertó que me fuera imposible identificar de dónde venía el sonido. No venía de algún lugar en particular, aun de ninguno de los cuatro costados. Miré hacia arriba. Nada, lo mismo. Abajo, al suelo. Venía tanto de lejos como desde mi propia cabeza, resonando en mis oídos.

Un momento después, una piara de sombras negras comenzó a rodear el lugar. Decenas de manchas oscuras se arrastraron por el piso, por las pocas paredes que había a mi alrededor, sobre otras tantas más lejos de mí y hasta flotando en el aire que corría gélido. Sólo manchas negras. Horribles, arrastradas, densas. Como aceitosas...

El frío aumentó repentinamente, al tiempo que un viento arremolinado fuera generado por el giro de todo lo que había a mi alrededor. Todo lo que me rodeaba comenzó a girar en torno a mí, provocando un viento muerto. A veces seco, a veces duro, siempre molesto y helado.

En medio de ese vértigo, el frío del aire comenzó a chocar con violencia contra el calor de mi cuerpo ya agitado. El corazón me latía descolocado y a destiempo. Las manos se retorcían sin encontrar algo de que agarrarse. A nada podía aferrarme. Ni a otra mano ni a una cuerda. Ni a seguir vivo.

Comencé a rezar. Intenté mirar al cielo, queriendo rogar protección. Simplemente, el cielo no estaba. Nada se veía aparte de las sombras. El colectivo no llegaba. Aun buscaba alguna salvación mundana, concreta e inmediata. Nada…

Después hay sólo una cinta negra: en algún momento sufrí un vacío en la memoria. Una ceguera temporaria de la cual no me queda un solo registro. Una falta total de sentidos que acabó recién al bajar del colectivo, ya pisando otro país.

De esa nebulosa confusa y atemporal recuerdo sólo una cosa. Una voz de hielo me maldijo lanzándome una condena certera y tajante, que me pesa hasta esta misma línea. Sólo dijo “jamás podrás contar el fin de esta historia”.

12 comentarios:

noriveg dijo...

tantos sentimientos mezclados que esperaba un final :( jaja pero esta buenisimo :)

Anónimo dijo...

Terroooooorrr...

fabian dijo...

asi lo qm da gans de asesinar al autor.... pero; no m permiten decir como....

Creactiva dijo...

y si a partir de ahi ya no es la realidad misma sino una simulacion? como sabes que estas aca?

natalia dijo...

una simulación...puede ser! o lo que es peor aún ya estás en otra dimensión, en otro mundo. En su mundo.
Quizas esta historia la estás escribiendo desde allá, desde el infierno mismo. Donde fuiste a hacer compañía al diablo porque se sentía solo.
Fijate bien, mirá bien, recorré. Lo que hasta hoy te parecía parecía lo normal de todos los días, quizá esté camuflando una dimensión nueva.Y hasta, quien te dice, sea igualita a la que vivimos.

Eduardo Roldán dijo...

Quién hubiera dicho que el Triángulo de las Bermudas tendría sucursales en la frontera argento-guaraní.

Cristian Ochoteco dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cristian Ochoteco dijo...

Chichos, gracias por traer sus Probio 2 y elecaseidefensis a mi blogcito.

En breves colgaré unos nuevos textitos chulos y humoreros. Pasen de nuevo...

Nori: agradezco sinceramete tu ansia de final. Senkiu primera tester! Ah y ya es hora de presentar al bubu en sociedad...

Vale: que mieeeedooooo (de venir acá no eh, mirá que es una papa...)

Fabi: buena onda comentar con la dialéctica de la idea. Gracias...

Path: no sé dónde estamos. Pero por las dudas siempre me escapo entre letras...

Batatita: tan poco tiempo en Paraguay y ta te tas endrogando!!! Avisá por lo menos así compramos para dos!

Birrita: gracias por volver. Pero no es el triángulo de las bermudas. Es el triángulo de la tanguita de Leticia.

Edith dijo...

JAJA MUY BUENO!!! ME ATRAPO LA HISTORIA, Y EL FINAL QUE LE DISTE ESTA ESPECTACULAR... AUNQUE ME QUEDE CON GANAS DE SABER QUE PASO. SALUDOS 8!

David dijo...

¿ah eras vos Rulo?. Yo estaba en el auto, pasa que no se te veía bien, por la oscuridad digo.

Anónimo dijo...

el hambre suele provocar esossintomas pero por las dudas si se repite consulta un medico aunque me parece que la opinion mas acertada es la de Natalia

Raulo dijo...

y lo peor de todo era que no tenias saldo en tu tigo!!!! pelotudo