Hay un momento exacto y preciso en la existencia del universo en que ves el sol coquetear con el horizonte de agua, respiras -ligero, apenas respiras- y dices: Yo tengo el mar.
Sin grandeza, sin soberbia; sin pena ni dejo de nada.
Sin gritar, Yo-tengo-el-mar.
No pienso nada, no espero nada; nada me espera, nada me amarra, nada me corre, nada me ansía; nada me nada.
Nada falla, nada funciona, nada se apaga, nada se mueve, nada se corre, nada se cae. Nadie nada nada.
Nada me culpa, nada me apaña, nada me mira; nada debo, nada deseo, nada importa.
No pienso nada, no espero nada; nada me espera, nada me amarra, nada me corre, nada me ansía; nada me nada.
Nada falla, nada funciona, nada se apaga, nada se mueve, nada se corre, nada se cae. Nadie nada nada.
Nada me culpa, nada me apaña, nada me mira; nada debo, nada deseo, nada importa.
Todo nada que no llega, nada que sé, y todo nada de nada que tengo.
Nada tomo, nada guardo; nada me van a dar.
Pero tengo el mar...
Nada tomo, nada guardo; nada me van a dar.
Pero tengo el mar...