Seamos buenitos, angelicales, impolutos. Virtuosos impecables y
autómatas deshumanizados, insensibles y no pensantes.
Y entonces no olvidaremos que:
Amaremos a Dios sobre todas las cosas, incluyendo las que que compremos, estrenemos y ostentemos.
No tomaremos su santo nombre en vano. Jurémoslo por Dios.
No robaremos nada, nada, nada. Ni la señal de cable, ni cualquier bolígrafo, ni las botellas de papá, ni cd´s de las oficinas.
No cometeremos actos impuros. Reprimiremos nuestros instintos hasta el puro, concienzudo, cristiano y sublime momento de la procreación.
No codiciaremos los bienes ajenos. Los novios, novias, esposos y amantes no son bienes; pero tampoco los codiciaremos.
No mataremos jamás a ningún ser viviente. Clarito, esto incluye a todas las plantas y animales milagrosamente concebidos en la creación.
No desearemos a la mujer de nadie, incluyendo a las tetonas de patas abiertas frente a cualquier cámara.
Santificaremos las fiestas, fiestitas, borracheras litúrgicas, fumatas y fiestas negras.
Honraremos siempre a nuestros padres. Viviremos imperturbablemente de acuerdo a estos preceptos para honrarlos.
No levantaremos falso testimonio. (Y esto incluye no declararnos absolutos respetuosos de los mandamientos y la voluntad de Dios).
Y amaremos a todos por igual... Hermanos a hermanas, hermanos a hermanos y hermanas a hermanas.
Y, por si tanto amor no alcanzara, nuestros Padres también amarán a los niños que corretean desprevenidos por las iglesias...
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